El trabajo artístico permite preservar hechos históricos, emociones e ideas, de diferentes tópicos, educando a la vez que despertamos la curiosidad del espectador y estimulamos su imaginación. En el mejor de los casos tocamos más que su razón o intelecto, su humanidad.
Las expresiones artísticas son tan variadas, como los gustos de las personas, sin embargo el verdadero artista se proyecta y transmite ideas y sentimientos incluso a quienes no comparten su género. Esto nos permite manejar un lenguaje universal, que no conoce de fronteras, razas o idiomas, por lo cual se convierte en una herramienta de unión entre las naciones.
La experiencia de disfrutar una pintura o una pieza musical, aunque no conozcamos los paisajes que inspiraron al autor, la técnica empleada o el idioma en que se compuso la pieza, son los mejores ejemplos de la libertad que nos ofrece.
Cada persona lleva un artista en su interior esperando que le inviten a expresarse. Nuestra negatividad o timidez es lo que impide que algunos seamos más creativos.
El arte nos permite liberar tensiones, conquistar metas y propósitos que parecían imposibles. He aquí la necesidad de inculcar en la niñez la expresión artística, como parte de su formación.
Un valor agregado que da el arte es la seguridad en sí mismo y la oportunidad de compartir en forma espontánea, una parte muy íntima de nuestra esencia.
Por otro lado nos da la oportunidad de involucrarnos en temas importantes, para la sociedad. Podemos influir en medios masivos, penetrando efectivamente en la opinión pública.
Los artistas podemos trascender generaciones, por lo cual tenemos el compromiso de ser agentes de cambios y servir de voceros de la humanidad, divulgando los sucesos que acontecen y que marcan el rumbo de nuestra historia, en todos los ámbitos del acontecer mundial.
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